Lavada de la Plata, homenaje a la imagen más querida y venerada en Nicaragua desde tiempo de la colonia

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Hace cuatrocientos cincuenta y ocho  años que  la Virgen  llegó de tránsito al país pinolero, iba a El Perú pero por designios divinos se quedó para siempre en Nicaragua para enraizarse en el corazón de sus habitantes que la veneran  todos los días, y uno de los tributos que le ofrecen es La tradicional e inolvidable Lavada de la Plata que se reeditó con la misma devoción de hace siglos, antecedida por una solemne misa concelebrada por Monseñor René Sócrates Sándigo, Obispo de la Diócesis de León y el clero de Occidente.

¿Cómo llegó la imagen a Nicaragua? La historia parte del Monasterio de La Encarnación en Ávila, España,  donde Santa Teresa de Jesús meditaba enclaustrada, y desde donde despidió a su hermano  don Pedro Zepeda y Ahumada, que partía a América con destino a El Perú en busca de las riquezas que ofrecía el nuevo continente. La también doctora de la Iglesia le entregó su más preciado tesoro, una imagen de la Inmaculada para que fuera su norte y guía en el camino.

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En su periplo  hacia el Perú Don Pedro Zepeda desembarcó en Guatemala donde adquirió  malaria, mortal enfermedad en aquel tiempo que le obligó a embarcarse a El Realejo y de allí a tierras de lo que hoy es  El Viejo,  donde los primeros frailes franciscanos  habían fundado un convento, y además, practicaban la medicina natural, siendo el primer centro de cura de las enfermedades tropicales.

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Recuperado pretende viajar a El Perú llevando consigo la imagen partiendo del puerto de La Posesión, hoy El Realejo, pero una impetuosa  tempestad interrumpe sus intentos en varias ocasiones. Fue así que la Virgen se quedó ´para siempre, obrando milagros por doquier  por lo  que devotos agradecidos  le han obsequiado bellas prendas de oro y plata, entre ellos los que son objeto del rito de la Lavada de la Plata, muchas del tiempo de la colonia y que llevaban inscrito el año y nombre del donante en español antiguo.